Asisto desde hace tiempo a algunos foros donde se plantean nuevas formas de hacer las cosas, nuevos modos de trabajar, visiones diferentes de las organizaciones, del trabajo, de las relaciones personales y laborales, recetas mágicas de nuevo cuño, viejas ideas vestidas de nuevo, conceptos y conceptualizaciones sorprendentes y atractivas, estilos de liderazgo diversos, etc., etc.
En cualquier caso, como ya me habréis oído/leído, ideas, teorías, descripciones, todas respetables para mí sí,… aunque me asalta una preocupación que tal vez ya haya traslucido en algunos de los post que llevo publicando este tiempo y que me viene a la mente casi en cada uno de los encuentros en los que participo de un modo u otro.
Incluso en temas relacionados con el Coaching, que, como sabréis ya, busca un desarrollo integral de la persona y de sus relaciones, asisto a veces atónito a una suerte de teorías, metodologías, plannings o proyectos en los que se pone encima de la mesa un cambio, una nueva visión, un nuevo planteamiento, un nuevo estilo,… que me asustan un poco,… os cuento:
La pregunta que casi siempre me viene a la cabeza es ¿Y si el sujeto de la intervención no quiere “ser intervenido”?, ¿Y si estamos diciendo a las personas lo que es bueno para ellas sin tener en cuenta lo que ellas sienten y piensan?, ¿No estaremos dando “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, en una nueva variedad de Despotismo Ilustrado del siglo XXI?
Y la verdad, me asusta que quienes claman contra el uso del vocablo “recursos” para calificar a los “humanos”, luego planteen un método de trabajo que está basado en los humanos pero sin contar con ellas/os, no porque no respete sus ideas, sino porque enmascaren algo diferente a lo que parece a primera vista.
En las organizaciones en las que intervenimos, como Coaches, formadores o consultores, a veces corremos el peligro de considerar a las personas como entes incapaces de decidir por sí mismos –si, el tipo de trabajo y relación ha cambiado, sin duda en las empresas, ellas tienen el conocimiento, pero siguen sin tener el poder de decidir-
Y aquí entramos nosotros, “los que sabemos qué te conviene”, los que decidimos qué tiene que ser tu futuro y los que te anunciamos a bombo y platillo que o nos haces caso o te espera un futuro muy complicado y tu empresa acabará hundida,… así que por la cuenta que te tiene, haz Coaching, cambia tus relaciones en la fábrica o fórmate en habilidades sociales –aunque ya las tengas-, porque es lo que yo decido que te conviene y si no,… no te voy a despedir,… pero tú sabrás lo que haces…
Y a mi me preocupa cómo aportar a las personas que deseen mejorar, cómo ayudar a que las/os adultas/os se puedan comportar como tal, que puedan elegir, que sepan lo que se cuece en el organigrama “por encima de ellas/os”, que tengan la potestad de decidir por ellas/os, que puedan ser “El dueño de su destino y el capitán de su alma” que diría Morgan Freeman en Invictus.
Y esa es mi guerra, como decía una buena amiga: “jugando al juego que haya que jugar”, para poder ayudar a transformar a las organizaciones a favor de las personas y lo que quieran SER, de lo que las personas decidan que quieren que sea su vida, que no es un camino de rosas, que la libertad da miedo como diría Fromm, que poder elegir da miedo, crea inseguridades, vértigo vacío, soledad,… pero que hay que propiciar la oportunidad para elegir,… aunque sea para decidir no elegir, si.
No voy a utilizar el miedo, la crisis el futuro negro o la bolsa para justificar lo injustificable, no quiero. Aprovechemos las situaciones para estar mejor, crecer más, decidir, ejercer de adultos y decir “no” si lo consideramos oportuno y adecuado.
Probablemente el camino sea el desarrollo de la libertad, que cada una/o podamos elegir lo que queremos y lo que no, que todos los adelantos, todo el desarrollo, toda la tecnología, la capacidad de comunicación, la globalización o la glocalización, nos sirvan para ser más nosotros, de cualquiera que sea la forma que lo entendamos.
…. y queridas/os amigas/os, esta es mi guerra utópica, mi norte y mi “Marca Personal” como se dice ahora.
¿Y el tuyo?